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miércoles, 28 de enero de 2015

Un Maestro "Desconocido"


Apreciados Amigos y Hermanos:

Cuando uno oye hablar mucho sobre una persona, incluso, leer muchas de sus obras, puede llegar a creer que conoce a dicha persona, o al menos puede pensar que conoce su pensamiento o Doctrina.

Sin embargo, generalmente este tipo de acercamiento solo va enriqueciendo el centro intelectual de aquellos que así actúan si no pasamos a otra fase importantísima del proceso auténtico de "conocer".

Mas aun, puede uno llegar a ser un prosélito de cualquier personaje, llegar a convertirse en un "fiel" representante o embajador del mismo ante el mundo, y aun así no conocer debidamente a su representado.

Nos atrevemos a decir, con todo el respeto que uds. nos merecen, que muchos estudiantes gnósticos, y por supuesto incluido quien esto escribe, no conocemos en su verdadera dimensión y profundidad al Maestro Samael. No nos referimos  a haber visitado su casa, comido con él, pasarse un mes escuchándolo en vivo y compartiendo como si uno fuera un amigo personal de él, no, ni siquiera nos referimos a "leer" cuarenta o cincuenta de sus libros, nos referimos a conocer profundamente su doctrina y su pedagogía, para de ahí pasar a la verdadera y auténtica práctica.

Todos sabemos quien es el Maestro Samael, pero muy pocos lo conocen.

El Venerable Maestro llegó a decir: "Al Cristo lo encontramos en la Liturgia, pero a Samael lo encontramos en el corazón".

No se puede practicar "cabalmente" lo que no se ama. Y no se puede amar verdaderamente lo que no se conoce.

Podríamos acostumbrarnos a la "rutina" gnóstica, a la mecánica institucional que tanta seguridad le aporta al estudiante al sentir que forma parte de algo importante, pero eso es diferente, eso es pura mecánica.

En ese sentido, nos sorprende ver tanto estudiante gnóstico que no explora un poco más profundamente la Doctrina del Maestro. Se conforman con leer uno que otro libro del Avatara, o simplemente están convencidos de que con lo que ya saben es suficiente.

En la antigüedad remota era imperativo para el estudiante de cualquier corriente esotérica el estudio minucioso de las grandes obras del pensamiento filosófico, y más aun, adentrarse en sus recónditos aspectos a través de grandes reflexiones y meditaciones en los textos otrora considerados sagrados.

La Doctrina Gnóstica, por ser nada más y nada menos que la Doctrina de Nuestro Señor el Cristo, es como bien nos dice el noble Maestro: una doctrina "perennis et universalis", inmensamente profunda y misteriosamente hermosa, nada queda fuera de sus fronteras. Tales características hacen de ella la fuente, o el cúmulo de todo saber. Y en ese contexto consideramos que casi es una falta de respeto el minimizarla y reducirla a tan solo una lectura, a veces superficial y muy plana, en la que ni siquiera podemos intuir ni un mínimo porcentaje de los misterios que toca. Y lo peor, hacerlo con la actitud de que con eso es suficiente.

El Maestro Samael trajo y nos dejó el Quinto Evangelio, todo un Cuerpo de Doctrina, nada mas y nada menos que la Quinta Verdad para la Quinta Raza. Es decir, lo que nos ha dejado el Venerable tiene vigencia inalterable hasta el final de los tiempos para esta raza Aria que ya sucumbe.

Al Maestro lo debemos encontrar en el Corazón, "sintiendo" su mensaje a través del Centro Emocional Superior. Recordemos una de las tantas perlas que nos enseñara el Maestro: "el camino a la conciencia es la emoción superior". El Mensaje Samaeliano es para la CONCIENCIA, no para la Mente, pero debe pasar por la mente primero porque es el orden lógico en la adquisición del conocimiento.

Dicen las escrituras que en cierta ocasión Dios dijo lo siguiente a través del profeta Isaias: "ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZÓN ESTA MUY LEJOS DE MI".

Lo cierto es que el Maestro cumplió su misión, dejó la Quinta Verdad esparcida entre sus obras, sus cátedras, su ejemplo y su amor para con nosotros: la humanidad.
Su mensaje, al igual que el mensaje de todo Cristo, es redentor, pero solo a condición primero de conocerlo, reflexionarlo, meditarlo y luego de vivirlo, fijarlo en nuestra conciencia.

Hemos podido constatar a lo largo de los años que la capacitación personal por la cual todos debemos pasar para hacer nuestra Obra, requiere un profundo conocimiento de la Doctrina Crística. Muchas veces ocurre que vemos tan solo una parte del panorama doctrinal, y en base a esa limitada visión, emitimos juicios y emprendemos acciones, que mas tarde en el tiempo nos damos cuenta que no consiguen los resultados deseados, simplemente porque algo faltaba por saber.

También, en esos tantos años, hemos podido darnos cuenta de la fina didáctica y estrategia del Maestro, que al entregar pequeñas partículas de luz en cada una de sus obras y alocuciones, nos invita a la búsqueda de las otras partes que completan el tesoro de la sabiduría, mediante el estudio completo del Cuerpo de Doctrina.

Tal como la lógica de la vida nos enseña, si uno estudia poco sobre algo, conoce poco sobre ese algo. Por lo tanto se hace verdaderamente necesario, y a estas alturas de la vida, impostergable, conocer al Maestro, primero en su Doctrina, y luego, de vivirla en los hechos, entonces sentiremos en nuestro corazón el mismísimo corazón del Maestro.

El acercamiento a la Doctrina debe parecerse al de un fervoroso amante cuando se acerca a su amada, porque solo un anhelo de tal calidad e intensidad puede lograr la magia de la comprensión.

No nos sigamos haciendo ese flaco servicio a nosotros mismos, no perdamos la oportunidad de oro de conocer la auténtica Doctrina del Fuego. No nos acerquemos a ella con el frío del intelecto y con el ánimo superficial del curioso ocasional. Porque si así lo hacemos, aunque hayamos sido de los muchos que han llamado, nunca llegaríamos a ser del selecto grupo de los escogidos.

Paz Inverencial!